Capítulo 27: Mayo, 2017

Mediocridad enmascarada

La religión como un paquete de hábitos preestablecidos, donde la voluntad de poder se reduce al absurdo del simple seguimiento de la mediocridad, enmascarada por un conformismo hacia el consentimiento de la falta de perseverancia.

Donde la falta de constancia en aquello por lo que deberíamos esforzarnos no pasará obligada factura…, pues se nos «perdonará» y «todos entraremos al reino de los cielos». ¿No es, acaso, bondad infinita?

Hábitos encadenados en un inculto pasado donde la mediocridad era premiada con aparentes promesas consistentes para todos aquellos inconsistentes de voluntad.

Esperanza por parte de aquellos desesperanzados que necesitaban hábitos estables ¡en las medidas de sus mezquinas posibilidades!

No enmascaremos quiénes somos. ¡No queramos ser mediocres!

Tendencia

La vida no es más que hábitos. Es por ello que, cuando nos centramos en las cosas positivas, cuando nuestra mente está aspirando a la mejor versión de nosotros mismos, creamos una rutina que nos empuja hacia nuestro éxito. Por el contrario, ocurre lo opuesto cuando nuestras ideas están encapsuladas en pensamientos negativos, así como destructivos, haciendo de nuestra vida una costumbre hacia la mediocridad.

No será la primera vez que escuchamos afirmaciones como «Si tú hubieras estado en mi situación habrías hecho lo mismo», tratando de excusarse hacia sí mismo cuando se llega a ser consciente de la gravedad de algún hecho que se hizo sin sensatez. ¿Podríamos inventar, acaso, alguna excusa más burda y vulgar que la culpabilidad por la falta de nuestra responsabilidad en nuestro contexto? ¡De eso se trata!, ¡de trabajar nuestro entorno!, ¡de esforzarnos con él!

El diseño de nuestro viaje debería estar por encima de toda idea externa. Seremos tan fuertes como eduquemos a nuestra tendencia a serlo.

No tendremos más oportunidades para abrazar aquello una vez se transforme en imposible.