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Capítulo 25: Marzo, 2017

March 01, 2017 - 527 words - 3 mins Found a typo? Edit me

La verdad

La verdad está en el conocimiento. Y el conocimiento dependerá siempre del contexto. Conocer la verdad no es más que conseguir relacionar el contexto con el conocimiento que se pretende afirmar como verdad.

En un contexto donde el conocimiento sólo puede ser adquirido de forma empírica, ¿qué es la verdad sino la aserción subjetiva por excelencia? En este contexto no teórico, ¿qué es la verdad sino la manifestación parcial de su comprensión?

Nuestro talento para discernir con exactitud la veracidad de una evidencia subjetiva es tan individual y personal que cuesta creer que realmente podamos alcanzar una verdad ideal de forma global.

Podríamos decir que la verdad es, sin embargo, la representación de nuestro estado contextual en relación con nuestras mentes, es decir: nuestro conocimiento.

Conforme vamos creciendo nuestras verdades se modelan, las afirmaciones parecen (y deben) cuestionarse, las evidencias necesitan mayores pilares que las sostengan y nuestra seguridad —en aquello que defendemos como verdad— debe quedar certificada. De lo contrario, los pilares caerán en cuestión de no mucho tiempo porque realmente no existen muchas afirmaciones que podamos asegurar como absolutas como nuestro tiempo y nuestra muerte.

Crecer nos debería enseñar el significado de la verdad, empezando por el sentido de la vida, la importancia de nuestros momentos y nuestro reflejo hacia los demás, así como a nosotros mismos. Lo cual significa que madurar es sólo cuestión de lo que estamos haciendo con nuestro conocimiento para entender mejor nuestro contexto y, por supuesto, aquello que estamos haciendo en nuestro entorno para expandir nuestra sabiduría.

Todo en esta vida depende de nosotros. Incluso la verdad, especialmente teniendo en cuenta que podría cambiar en cuestión de tiempo. Y con «nosotros» me refiero a nuestra entidad individual en su aislado contexto.

Será, por tanto, nuestra singular proyección aquélla que delimitará nuestras verdades.


Sin final

Historias que acompañan. Menudos años de discurso grabado. Libro nacido de ideas y bocetos sin final acercado que, sin embargo y como todo lo que empieza, debe terminar.

Los finales no tienen por qué ser tristes necesariamente aunque nuestros sentimientos no puedan, en ocasiones, evitar pensar lo contrario. El tiempo es el único responsable, así como la memoria es aquélla que combate el olvido.

Los recuerdos nos acercan al conocimiento residiendo en forma de experiencia. Virtuosismo enérgico como actividad diaria, no conformada con la simple subsistencia.

Exteriorizando la comunicación interna con cierta facilidad aparente. Como bien ya quedó dicho: «No es oro todo lo que reluce»; sólo intentaba ser consecuente.

Ejercicio de saneamiento lógico y personal; acentuando todo aquello donde pudiera expresarme abiertamente hacia mí mismo con, por qué no decirlo, ciertos miedos al principio por no saber ni cómo comenzar. Dejar de temer el estar equivocado al pensar demasiado antes y después de actuar.

Emprender un camino no por terminarlo, sino por el trayecto y todo lo que ello en sí mismo conlleva: el nacimiento de un inicio sin conocer necesariamente un final, sin tener por qué caducar si el cuidado fue el apropiado.

Aprendamos a ser como quien realmente desearíamos conocer el día de mañana. Y todos los finales evolucionarán a principios.

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